El extraño caso de las bolsas de plástico despreciadas, la educación pública y la intervención del Estado



Nadie las quiere ya
Hace unos días en una conferencia de prensa para presentar los resultados de 2011, el dueño de la gran cadena de supermercados Maradona, John Rouge, habló de un misterio que le atormentaba: el sector de los super-hipermercados en 2011 había ahorrado 300 millones de euros en bolsas de plástico porque los clientes ya no las quieren como antes. Según contó, extrañado preguntó a su comité de asesores: "¿Por qué nuestros clientes no quieren ya las bolsas?". Y añadió que nadie parecía tener la respuesta hasta que al fondo de la mesa levantó tímidamente la mano Ahorradorín Eficientez, el único economista de su comité (los demás son abogados e ingenieros) y con voz entrecortada, como pidiendo disculpas por adelantado, respondió:
"Hemos empezado a cobrarlas, señor"."Siempre las hemos cobrado", afirmó Rouge. Eficientez tragó saliva, "es cierto, pero a través del precio de los productos, ahora cobramos por cada bolsa que se lleva el cliente".
"Y eso ¿en qué cambia las cosas?".
"Lo cambia todo", continuó Eficientez, "con la situación anterior, los clientes más enterados sabían que pagaban las bolsas con un recargo sobre, por ejemplo, el bote de tomate que se llevaban, los más despistados creían que eran un regalo; lo mejor para ambos era no reprimirse en coger tantas bolsas como pudieran. Muchas bolsas acababan en la basura sin siquiera ser usadas. Ahora coger una bolsa tiene un precio".
"Y ¿cuánto cobramos por bolsa?".
"Apenas 3 céntimos, señor".
La educación no es una bolsa de plástico
"¿Sólo 3 céntimos? ¿Y no las quieren?".
Eficientez, ahora confiado continuó: "Parece que la mayoría prefiere quedarse sus 3 céntimos en el bolsillo que cambiarlos por una bolsa de plástico, es decir, para la mayoría la bolsa vale menos de 3 céntimos. No serán tan necesarias cuando se valoran en tan poco".
"Así que...", Rouge empezó a pensar en voz alta, "cuando se cobra por algo las personas lo economizamos. Ya sabía yo que había que cobrar por lo que ahora se regala: la educación y la sanidad; nos ahorraríamos un montón de impuestos".
"Esa es una inducción peligrosa y falsa". Los miembros del comité esta vez se miraron asustados; sabían que Eficientez se estaba metiendo en un jardín del que no saldría intacto. Pero, Eficientez, hombre honrado y valiente, siguió: "La educación no es una bolsa de plástico. La bolsa de plástico sólo beneficia al que la usa y perjudica a todos los demás cuando la tira, no es justo ni eficiente regalarlas. La educación no sólo beneficia al que se educa, sino que nos beneficia a todos una sociedad más formada y educada. Por eso se instauró la educación básica obligatoria y por eso no sería ni justo ni eficiente cobrar por la educación. Lo mismo puede decirse de la sanidad".
Ahora Rouge, visiblemente incómodo: "Volvamos a las bolsas ¿Y a qué se debe ese cambio, Eficientez?"
"El nuevo plan de gestión de residuos del Gobierno nos ha obligado".
"Gobierno intervencionista", repitió entre dientes Rouge.
Eficientez, ya lanzado continuó: "No siempre la intervención es nociva. Como ve ésta nos ha permitido ahorrar 300 millones de euros. Todo se debe a un problema de compromiso que se resume en si tú lo haces yo también, aunque sabemos que si los dos lo hacemos, los dos salimos perjudicados; aunque si yo no lo hago y tú lo haces yo soy el que sale perjudicado. De modo que para los dos es mejor que haya una autoridad superior que nos impida hacerlo. Como en este caso".
Rouge, contrariado, se levantó de su asiento y abandonó la sala refunfuñando. "De todos mis colaboradores, los economistas son los que más odio".

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